Ediciones Médicas
Dr. Alejandro Posadas

Dr. Alejandro Posadas

Nació en Saladillo, Provincia de Buenos Aires, República Argentina, el 28 de diciembre de 1870. Era el segundo de seis hermanos, hijo de don Alejandro Posadas y doña Josefa Martinez. Su padre, un gallego natural de Vigo, España, llegó a la Argentina en 1854 en busca de progreso. Fue comerciante en la frontera con los indios y luego se dedicó a la producción agropecuaria en la estancia “San Martí­n de la Dulce”. Posadas se crió en el campo y a los ocho años se trasladó a Buenos Aires.

Ingresó como estudiante pupilo en el Colegio del Salvador de Buenos Aires el 20 de marzo de 1879. Retrasado por problemas de salud, completó en diciembre de 1887 el 4º y 5º año del Colegio Nacional simultáneamente. Ingresó a la carrera de medicina en 1888, actuando como disector de Anatomí­a del profesor Naón. Ese año se relacionó con el Profesor Robert Wernicke adiestrándose en su laboratorio en la técnica de micrografí­as, en Anatomí­a Patológica y en Microbiologí­a.

En 1891 fue practicante del Hospital de Clí­nicas, ya que tení­a brillantes calificaciones.
En 1892 tuvo la oportunidad de estudiar la clí­nica y la anatomí­a patológica de un soldado con lesiones nodulares cutáneas recurrentes afectado por una rara parasitosis, a la que denominó “Psorospermiosis infectante generalizada”. Pudo profundizar el estudio microscópico gracias al apoyo y asesoramiento del profesor Robert Wernicke. Sus observaciones, que originalmente fueron interpretadas como una neoplasia, continuaron por siete años hasta que el paciente falleció y llegó a practicar la necropsia de ese soldado llamado Domingo Ezcurra, dedicando su tesis doctoral a la descripción completa del proceso, que con toda justicia, hoy se llama enfermedad de Posadas-Wernicke. Posadas publicó sus hallazgos en Buenos Aires (Posadas A. Un nuevo caso de micosis fungoidea con psorospermia. Circulo Méd Argentino 1892;15:585-97) y Wernike reporta el mismo paciente en Alemania (Wernike R. Ueber einen Protozoenbefund bei mycosis fungoides. Zentral bl Bakteriol 1892;12:859-61).
Posadas reprodujo la enfermedad en varios animales inoculando material de las lesiones cutáneas del soldado. El organismo causal fue caracterizado definitivamente por Ophí¼ls ( Ophí¼ls W, Moffitt HC. A new pathogenic mould [formerly described as a protozoan: Coccidiodes immitis ] Preliminary report. Phila Med J 1900; 5:1471-1472) denominándolo Coccidiodes (similar a Coccidia) immitis (im=no, mitis=moderada o suave).
En 1893 fue practicante menor en el Hospital de Clí­nicas con el Dr. Ignacio Pirovano y fue médico concurrente de la Cátedra de Pediatrí­a.
Concluyó sus estudios en diciembre de 1893, y se recibió con diploma de honor el 10 de mayo de 1894.
Tras una brillante disertación, obtiene el puesto de médico interno por concurso en el Hospital de Clí­nicas. Sus maestros fueron, nada menos, Ignacio Pirovano, Alejandro Castro, Chavez, Roberto Wernike y Udaondo.
Fuera del Hospital investigó en el laboratorio de Cirugí­a Experimental.
En 1895 inaugura la cirugí­a torácica endocavitaria al idear un método que consistí­a en el arponamiento pulmonar a través de una ví­a de acceso que preconizaba el cirujano francés Edmond Delorme. Mediante el uso de este procedimiento impedí­a el neumotórax espontáneo y la aplicó para el tratamiento quirúrgico de la hidatidosis pulmonar con pleura libre. Una verdadera hazaña que adelantó 25 años la cirugí­a torácica y permitió solucionar graves problemas que traí­a esa patologí­a tan frecuente en esa época.
En 1896 fue nombrado Profesor Adjunto de Medicina Operatoria, dictando luego cursos libres de sobre resecciones óseas y articulares, entre 1896 y 1897, y en 1898 de Clí­nica Quirúrgica y fue nombrado Titular del Servicio de Cirugí­a de la Sala de Niños.
En 1898 presentó su tesis para el cargo de Profesor Suplente de Cirugí­a: “Cirugí­a del pulmón (lesiones asépticas). Toracoplastia temporaria y parcial para la extirpación de los quistes hidatí­dicos de pulmón”.
En 1899 notó los primeros sí­ntomas de su afección pulmonar y viajó a Europa en busca de curación.
Filmó la primera pelí­cula de una operación quirúrgica, la que se realizó en el Hospital de Clí­nicas y que debió efectuarse al lado de una ventana para aprovechar la luz natural. Esta cirugí­a fue la de un quiste hidatí­dico de pulmón. En ella se advierte que los cirujanos operaban sin barbijos ni gorros y, además, no usaban guantes. Fueron ayudantes de la misma sus discí­pulos doctores Viale y Rocatagliata y el enfermero Ramón Vázquez. Los guadapolvos eran de mangas que llegaban hasta el antebrazo. Esto sorprende pues en Europa, en esa época los cirujanos operaban con levita y no con batas. Las escenas fueron filmadas por un francés, el señor Eugenio Py, pionero del cine argentino que utilizó una cámara Elgé, francesa, fabricadas por León Gaumont, un competidor de los hermanos Lumiere. Esta pelí­cula fue rescatada antes de la demolición del viejo Hospital de Clí­nicas por el Dr. Florentino Sanguinetti, ex director del Hospital de Clí­nicas.
La cinematografí­a habí­a nacido cuatro años antes cuando los hermanos Auguste y Louis Lumií¨re pusieran a punto y dieran a conocer su cinematógrafo en una sesión que tuvo lugar en el gran Café de Parí­s el 28 de diciembre de 1895.
La Cinemateca Argentina determinó que esta pelí­cula es el primer filme argentino que se conoce y ha sido reconocido por las Cinematecas de Parí­s y Bélgica como el primer documento fí­lmico de una cirugí­a en el mundo. Fue un hombre cuya vida real fue casi una ficción. Los dos cortos de operaciones, los primeros de nuestra historia, fueron producidos cerca de 1899 el primero y un año más tarde el segundo, la operación de una hernia inguinal. Posadas, al igual que Doyen, estaba convencido de la importancia que tendrí­a el cine para la comunicación profesional y la docencia de la cirugí­a.
En 1900 reemplazó transitoriamente en la cátedra de Clí­nica Quirúrgica al profesor Gandolfo, y en el breve lapso de nueve meses demostró poseer una extraordinaria capacidad de trabajo, una notable habilidad operatoria, y sobretodo la capacidad de inspirar ardientes vocaciones en los jóvenes practicantes que lo rodeaban y admiraban como a un maestro.
Alejandro Posadas fue un verdadero cirujano general. Operaba tres veces por semana, desde las ocho hasta las trece horas, realizando de siete a ocho intervenciones por mañana, disponiendo de dos mesas de operaciones para ahorrar tiempo. Sus dedos largos y delgados se moví­an armoniosamente, no se veí­a sangre, como si su simple contacto bastase para la hemostasia. Ejecutaba las resecciones ileocecales, seguidas de anastomosis ileocólicas, con una sencillez y una seguridad admirables.
Así­ lo describió José Arce, su discí­pulo: “Operaba con elegancia, dificil de imitar, sus largos y delgados dedos parecí­an producir la hemostasis al tomar contacto con los tejidos, de tal manera era escasa la sangre que se veí­a en sus operaciones… Casi no usaba las tijeras; procedí­a a la diéresis invariablemente con el bisturí­… No recuerdo haberle visto jamás disecar con el dedo…”
Al regreso de Gandolfo, Posadas dirigió el servicio de Cirugí­a Infantil anexo a la sala VI del Hospital de Clí­nicas, durante los años 1901 y 1902. Parte de su tarea como Cirujano Infantil quedó asentada en el “Libro de historias clí­nicas de Cirugí­a Infantil” que fue encontrado en el Hospital de Clí­nicas. Este registro contiene su trabajo entre 1901 y 1902, en él hay partes quirúrgicos, dibujos, fotografí­as e imágenes de estudios histológicos. En muchos de ellos está su firma. En ese lapso se practicaron 1.742 cirugí­as.
Posadas definió al buen cirujano y los esfuerzos que se deben realizar para cumplir con los objetivos de esa práctica con las siguientes palabras: “…no estudian, no estudian y en Cirugí­a, créanme, confunden intencionalmente cirujanos con operadores. Pero operadores son cualesquiera, pues la habilidad se adquiere y hasta el gallego del anfiteatro sabe operar. Cirujano no es cualesquiera, requiere estudiar mucho y no concibo a ciertos cirujanos que van a operar aceptando el diagnóstico e indicaciones que le han hecho los médicos. El cirujano debe saber hacer el diagnóstico. El cirujano debe saber medicina”.
Viajó a EE.UU. y Europa buscando alivio para su enfermedad pulmonar y reumática crónicas. Es en este viaje donde aparentemente se desarrolla la única historia romántica de su vida, con una mujer de ascendencia inglesa, deportista y saludable, es decir la antí­tesis de Posadas. Este romance fracasó por el quebranto fí­sico de Posadas y su contracción al trabajo.
Trajo un equipo de rayos X, el primero del paí­s y lo instaló en el Hospital de Clí­nicas; realizó las primeras radiografí­as positivas en papel, que se conservan en su libro de operaciones.
Después de operar a un niño en la primavera de 1902, reúne a sus discí­pulos para informarles de su inminente viaje a Europa. Tení­a una firme premonición sobre su viaje, que manifestó a sus í­ntimos.
Falleció de una tuberculosis pulmonar en Parí­s, el 21 de noviembre de 1902, a los 31 años de edad. Una anécdota atestigua la fama y prestigio que Posadas supo conquistar en tan breve tiempo. Durante el velatorio se presentó un hombre muy anciano, apenado por las circunstancias, y después de permanecer unos instantes frente al ataúd, al retirarse, uno de los pocos argentinos allí­ presentes, le preguntó quién era, a lo que respondió: “Soy Etienne Lancereaux, he venido a rendir homenaje a uno de mis más insignes colegas”. Lancereaux fue un célebre patólogo francés, cuyas investigaciones llevaron al estudio y mejor conocimiento del sistema retí­culo endotelial.
Su féretro fue traí­do al paí­s, siendo sepultado en el Cementerio de Recoleta, en el panteón de la familia.
En ocho años desarrolló toda su carrera profesional, alcanzando grandes éxitos en todos los ámbitos de la misma, ya sean docentes, asistenciales y de investigación.
Posadas fue un gran inspirador de vocaciones, y sus discí­pulos dirigieron los destinos de la cirugí­a argentina durante las tres primeras décadas de siglo XX: Rodolfo Rocatagliata, Enrique Finochietto, Pedro Chutro y José Arce. Todos llegaron a ser jefes de escuelas y célebres cirujanos.
La obra escrita de Posadas comprende, además de su tesis ya mencionada, el libro sobre Amputaciones Subperiósticas, y trabajos cuya sola enumeración indica la variedad e importancia de sus intervenciones: Amputación interescapulotorácica, toracoplastia temporaria y parcial y tratamiento de los quistes hidatí­dicos del pulmón.
El Dr. José Arce, en su biografí­a de las Obras Completas, dice: “…el cómo y el por qué lo obsesionan. Aspira a que todo le sea demostrado y procede con el criterio simplista pero seguro de quien exige, en cada caso y siempre que sea posible, la verificación experimental.”
El Dr. Andrés Santas dijo que la disciplina jesuí­tica le marcó pautas de conducta como el espí­ritu obsesivo, el orden, la capacidad de trabajo, la visión panorámica, el amor al prójimo y el culto a la verdad.