Ediciones Médicas
Genética forense

Genética forense

Resumen
Durante muchos años el hombre utilizó diferentes herramientas tanto prácticas como teóricas para deducir y decidir si una persona era o no culpable de haber cometido un delito. Hace tan solo unos veinte años con la irrupción de la tecnologí­a del ADN, introdujo cambios apabullantes en la manera de hacerlo. A partir de entonces se logró tanto identificar culpables de manera indubitada como otorgar la libertad a convictos injustamente condenados. Así­ mismo la masificación de las pruebas de ADN instaló en las diferentes sociedades la discusión sobre la creación de los Bancos de ADN, atribuyéndole a estas instituciones, desproporcionadamente, la capacidad de garantizar la seguridad de la población.
Esta nota es un breve recorrido tanto histórico como técnico de la genética forense que les permitirá introducirse en este mundo, conservando en todo momento una mirada que preserva los derechos humanos los valores y la ética.
Hace no más de siglo y medio nadie hubiera imaginado que si una madre entregaba en adopción a un niño y cuando anciana, arrepentida, intentaba buscarlo, la ciencia la ayudarí­a a corroborar que aquel adulto que pudiera ser su hijo lo serí­a con probabilidades de maternidad mayores al 99.9999 %. Hace no más de siglo y medio nadie hubiera soñado que si un delincuente cometí­a un homicidio y dejaba algún rastro en la escena del crimen, la ciencia aportarí­a herramientas tan poderosas como para identificarlo y detenerlo protegiendo a la comunidad.
Todo comenzó hace apenas algo más de veinte años, por el año 1985, en la ciudad de Leicester, Inglaterra, cuando el cientí­fico Alec Jeffreys, casi mágicamente, descubrió que todos los individuos podí­an ser identificados a partir de un patrón especí­fico de su ADN. Jeffreys se hallaba estudiando el gen de una proteí­na llamada mioglobina, cuando se sorprendió al encontrar que, a lo largo de este gen, aparecí­an regiones que diferí­an entre las personas. Las diferencias se visualizaban por métodos indirectos, en formas de bandas de distintos tamaños. Impresionado por su descubrimiento, le solicitó una muestra de sangre a varios miembros de su equipo. Detectó que estas regiones que variaban en tamaño entre los distintos individuos estaban dispersas en todo el genoma y que, a partir de ellas, podí­a definirse lo que él mismo llamó una “huella genética”. Esta “huella genética” es personal y única para cada sujeto, exceptuando de esta regla a los gemelos univitelinos. Observó también que en cada individuo la mitad de las bandas provení­an de la madre y la otra mitad del padre. Así­ como un sistema de códigos de barras permite reconocer cada artí­culo en un supermercado, la huella genética facilita la identificación de cada individuo (sólo la comparten los gemelos univitelinos). Como consecuencia de este descubrimiento, los ví­nculos biológicos entre padres e hijos, hermanos, abuelos y nietos pudieron ser determinados con altí­simas probabilidades de parentesco.

De este modo, con su flamante tecnologí­a, Jeffreys logró resolver uno de los primeros casos que hoy forma parte del anecdotario de la genética forense.
Un muchacho que habí­a nacido en Ghana, pero que residí­a en Inglaterra con toda su familia, habí­a viajado a su paí­s de origen. Al regresar al Reino Unido fue detenido en migraciones y se le prohibió la entrada al paí­s, pues las autoridades aludí­an que su documentación era falsa. El joven insistí­a en que Inglaterra era su lugar de residencia y que allí­ viví­a su familia biológica. Entonces, el gobierno solicitó a Jeffreys que empleara su nueva tecnologí­a para resolver el conflicto. Los estudios de ADN probaron que, efectivamente, la familia biológica del niño era la que se encontraba allí­. Gracias a ello le permitieron ingresar nuevamente al paí­s y reunirse con los suyos .
El descubrimiento del cientí­fico inglés marcaba, así­, el comienzo de una nueva era en la identificación de las personas. Por otro lado mientras esta nueva y poderosa herramienta se iba difundiendo mundialmente, los investigadores comenzaban a utilizarla para la identificación de criminales.
Uno de los primeros casos de criminalí­stica resueltos por medio de esta tecnologí­a y que se resolvió también bajo la dirección de Jeffreys es el siguiente:
En 1983, en el pueblo de Narborough, Gran Bretaña, se encontró el cuerpo de Lynda, una adolescente de quince años, que previamente habí­a sido violada. En el momento, los estudios indicados por los fiscales determinaron que el agresor pertenecí­a al grupo sanguí­neo A Rho positivo. Sin embargo, este dato no permitió adelantar demasiado en la investigación, pues muchos de los hombres de la zona reuní­an esta caracterí­stica que, normalmente, se halla presente en el 10% de la población. Por consiguiente, la policí­a no pudo hallar al culpable y al poco tiempo el pueblo pareció olvidar lo ocurrido.
Tres años más tarde, Dawn, otra joven de la misma edad, apareció muerta como producto de una violación con caracterí­sticas semejantes a la anterior. Otra vez el único dato que los forenses lograron establecer fue que el grupo sanguí­neo del homicida también era A Rho positivo.
Aunque sin sustento suficiente, la policí­a detuvo como sospechoso a Richard Buckland, un muchacho de diecisiete años que, luego de haber recibido fuertes apremios, aceptó haber cometido el crimen de Dawn, pero no el de Lynda.
La comisión encargada de resolver las muertes de Lynda y de Dawn solicitó a Jeffreys, que además viví­a en las cercaní­as de la ciudad en donde se habí­a cometido el delito, que investigara la posible culpabilidad de Buckland; para ello le fueron entregadas las evidencias, entre las que se conservaban aún las muestras de semen que habí­an sido extraí­das de los cuerpos de ambas mujeres.
Las pruebas realizadas por Jeffreys concluyeron que las dos jóvenes habí­an sido violadas por un mismo sujeto y excluyeron a Bukland como responsable. La huella genética del violador no se correspondí­a con la del detenido. El joven fue excarcelado y posteriormente declaró que habí­a aceptado la culpabilidad por la muerte de Dawn debido al acoso policial al que habí­a sido sometido.
En el laboratorio de Jeffreys aún se hallaba la huella del ADN del homicida. Debí­an encontrarlo. La policí­a del pueblo, entonces, solicitó que todos los hombres entre 13 y 33 años se presentasen voluntariamente para que se les tomaran muestras de sangre. Sus huellas genéticas serí­an comparadas con las obtenidas de las evidencias. Se presentaron cinco mil hombres. Para el análisis genético se seleccionaron a quienes tení­an el grupo sanguí­neo A Rho positivo . Luego de estudiar el perfil genético de aproximadamente quinientos individuos, no se encontró a ninguno que coincidiera con el del asesino. Otra vez el homicida habí­a logrado escabullirse.
Sin embargo, a los pocos meses, en un pub del lugar, un hombre llamado Kelly, en estado de ebriedad, contó que se habí­a hecho la prueba de ADN bajo la identidad de otra persona. Un compañero de trabajo, Colin Pitchfork, le habí­a pedido que se presentara a la toma de la muestra de sangre con su documento, aduciendo que tení­a problemas con la policí­a y no querí­a acudir personalmente. Una mujer que se encontraba en el pub, escuchó el relato y de inmediato denunció el hecho a la policí­a.
Los dichos de Kelly no sólo llamaron la atención de la mujer, sino también la de la policí­a, que no tardó en arrestar a Pitchfork y tomarle una muestra sanguí­nea. Al comparar el patrón genético de su ADN con la huella genética obtenida del asesino, se constató que ambos eran coincidentes.
Así­, en 1988, Colin Pitchfork se convirtió en la primera persona condenada a prisión perpetua gracias a la prueba de ADN. El doctor Jeffreys una vez más, “con sus propias manos”, habí­a podido demostrar al mundo el enorme poder de su descubrimiento.
Así­ fue como poco a poco determinar “la huella genética, se convirtió en un elemento relevante para la resolución de casos en criminalí­stica.
Sin embargo encontrar, como vulgarmente decimos, un ADN en la escena de un crimen no significa identificar a quién cometió el delito. Un pelo, una mancha de sangre, una colilla de cigarrillo o un trozo de tela pueden poseer el ADN de un sujeto que pudo haber estado presente en el sitio donde ocurrió el delito sin necesariamente ser el culpable. Cuando jueces y fiscales asumen un caso deben inspeccionar la escena, describir minuciosamente cada elemento, recoger todas aquellas muestras que pudieran ser estudiadas y enviar cada una a los peritos correspondientes. Entre ellas se incluyen las pruebas de ADN, sobre las cuales en la actualidad ha recaí­do la mayor esperanza de encontrar algún indicio para descubrir al culpable.
Como en todo procedimiento que pasa a través de varias manos, en una prueba de ADN es necesaria la supervisión de cada una de las etapas, para que el resultado final sea confiable para todas las partes involucradas y no pueda ser impugnado.
Los í­tems fundamentales a tener en cuenta para garantizar la veracidad de una prueba de ADN, especialmente con fines criminalí­sticos son los siguientes:

1.- El reconocimiento de las muestras
En primera instancia, es imprescindible preservar el lugar del hecho de cualquier tipo de contaminación. Para ello debe estar custodiado y, además, nadie tiene que tocar nada directamente con las manos, por lo que todos deberán trabajar protegidos con guantes. En segunda instancia, es preciso inspeccionar el sitio cuidadosamente para determinar sobre qué indicios se puede indicar la realización de pruebas de ADN que permitan identificar al culpable. Así­, se recogen, si las hubiere, las manchas de sangre que se encuentren dispersas, ya sea sobre telas u otras superficies, los pelos diseminados, las colillas de cigarrillos, las armas, cuchillos u otros utensilios que podrí­an haberse utilizado, etc. También, en el caso de un homicidio, es preciso indicar que se extraigan muestras del cuerpo de la ví­ctima, para definir su huella genética, y solicitar extracciones de sangre o hisopado bucal de todas las personas que viví­an en la casa o que estuvieron presentes durante el hecho, pues hay que contar con todos estos perfiles genéticos para definir correctamente el del culpable.
También se hace imprescindible la presencia de un oficial que libre un acta con la descripción detallada de cada uno de los elementos recogidos como indicios, además de realizar un registro fotográfico de las evidencias en el mismo lugar del hecho.

2.- Conservación, embalaje y transporte del material
Los laboratorios que realizan pruebas de identificación biológica, especialmente de paternidad, son responsables de las muestras a partir del momento en que realizan la extracción.
En el caso de una investigación criminal, la persona a cargo debe interiorizarse sobre cómo se levanta cada evidencia apropiadamente, dónde se la coloca y de qué manera se la conserva. Asimismo, tiene que asesorarse sobre cuánto tiempo puede transcurrir desde que la recogió hasta que llegue al laboratorio donde será procesadas, ya que de acuerdo con el tipo de evidencia y el tiempo de demora hasta arribar al laboratorio deberá conservarse a temperatura ambiente, con hielo seco o en la heladera. Cada muestra debe introducirse en un frasco o en una bolsa, que, a su vez, se coloca en un sobre cerrado y lacrado. Estas etapas son fundamentales; si se descuidan, las evidencias pueden humedecerse, contaminarse con hongos y finalmente arruinarse hasta degradar el ADN que contengan.

3.- La cadena de custodia
En 1994, O. J. Simpson, el reconocido jugador de fútbol americano, fue acusado del asesinato de su esposa, Nicole Brown Simpson y de su amigo Ronald Goldman. La policí­a habí­a levantado manchas de sangre en la escena del crimen, cuyo perfil genético se correspondí­a con el de Simpson. Pero, si bien las pruebas demostraban que este último era el responsable de los homicidios, sus abogados defensores, Peter Neufeld y Barry Schek obtuvieron su absolución. ¿Cómo lo consiguieron? Demostraron que las evidencias no sólo habí­an sido incorrectamente levantadas, sino que no se habí­a controlado la cadena de custodia. Por ello, los defensores adujeron que las pruebas habí­an sido falsificadas. Nadie pudo refutar esta defensa. Simpson fue liberado y la policí­a, acusada de haber obrado inadecuadamente.
Son los investigadores a cargo de un caso quienes deben garantizar que las evidencias extraí­das en la escena del crimen sean las que efectivamente reciba el laboratorio que las procesará. Por lo tanto, deben conocer perfectamente el recorrido que realizarán las muestras, cómo viajarán de un sitio a otro y quién las entregará. La persona que las recepcione deberá verificar, a su vez, que lo recibido se corresponda estrictamente con lo enviado. Cualquier error, por minúsculo que sea, puede poner en tela de juicio los resultados.

4.- La contraprueba
El recurso de la contraprueba es útil cuando una de las partes desconfí­a de la otra y supone que los resultados podrí­an ser alterados voluntariamente. Por eso, si bien se recomienda para cualquier juicio de identidad, es especialmente aconsejable realizarla en los procesos penales. Por ejemplo, imaginemos una causa en donde ha ocurrido un asesinato. Se sospecha de un sujeto que se encuentra detenido. Se han recogido evidencias de donde podrí­an obtenerse los perfiles genéticos de las personas involucradas. Las muestras, que consisten en manchas secas de sangre levantadas de diferentes sitios de la escena, pelos, colillas de cigarrillos y ropa, han sido resguardadas hasta que el juez indique las pruebas de ADN. Comparando los perfiles genéticos que se obtengan con el de la ví­ctima y el del detenido se podrá definir la culpabilidad o inocencia del sospechoso. El acusado, una persona pública, ha contratado para su defensa a un bufete de abogados que no le merece confianza al letrado que representa a la familia de la ví­ctima. Por lo tanto, este último debe garantizarse que las pruebas de ADN que se lleven a cabo brinden la información cierta. Como abogado, contrata a un perito forense para controlar todos los pasos referidos a las pruebas genéticas. Éste le recomienda que solicite una fracción de cada una de las evidencias, de la muestra cadavérica del fallecido y de la sangre del sospechoso para realizar las pruebas de ADN paralelamente en otro laboratorio. De ese modo podrán corroborar que los resultados del laboratorio oficial sean correctos. Si aparecieran disidencias entre los diferentes informes podrí­a apelarse el dictamen del juez.

5.- La selección de la institución
A pesar de que por su aplicación reciente, muchos paí­ses carezcan todaví­a de una legislación clara en el tema del ADN, en diferentes sitios del mundo han ido surgiendo sociedades y organizaciones que se reúnen para discutir las tecnologí­as de ADN en genética forense y que organizan controles de calidad. Los laboratorios que participan de ellas poseen certificados que acreditan el nivel de los estudios que realizan, lo que les da un alto grado de confiabilidad.

En las causas judiciales, los fiscales y jueces aparecen como las figuras intermediarias y son los responsables de seleccionar los laboratorios a los cuales se remiten las pruebas de ADN. En algunas ciudades de la Argentina las enví­an a laboratorios especializados que dependen directamente de la Justicia. En otras, se mandan a centros tanto públicos como privados, previamente seleccionados por el sistema judicial.
Una vez garantizados los puntos recientemente mencionados son los jueces y fiscales, los encargados de reconstruir los hechos, con lógica y coherencia. El ADN “no habla” por sí­ solo, es necesario interpretar los datos que aporta en el contexto de la escena. Son ellos quienes finalmente darán el veredicto.
En los últimos años, en Argentina, ocurrieron dos casos de asesinatos que cautivaron la atención de muchos ciudadanos, justamente por la alta expectativa que la justicia parecí­a tener en los resultados de pruebas de ADN y la poca información que aparentemente de ellos se obtuvo: los asesinatos de Marí­a Marta Belsunce y Nora Dalmasso. ´

En ambos casos parecí­a que el ADN permitirí­a descubrir a los homicidas… Marí­a Marta: ¿cómo podrí­a hablar un ADN cuando la escena del crimen habí­a sido prolijamente limpiada antes del arribo de los investigadores? A partir de algunos rastros se determinaron los ADNs de una mujer y dos hombres que podrí­an correlacionarse con los de los asesinos…o tal vez con tres personas que pasaron por allí­ aquellos dí­as. Nora Dalmasso, un ida y vuelta de ADNs que aparentemente algo decí­an pero no lo suficiente, muestras incorrectamente extraí­das de la ví­ctima, estudios no informativos, resultados del FBI que nunca llegaron. Secreto de sumario y a la espera de la magia del ADN.
En ambos casos puede observarse como la falta de supervisión por parte de la Justicia en puntos estratégicos referidos a las pruebas de ADN; impidieron probablemente obtener resultados capaces de ayudar a la resolución de cada caso.
Las pruebas de ADN son, sin duda, herramientas que en muchas oportunidades ayudan a los jueces a resolver un caso. Pero debemos recordar que la historia continúa como hace cientos de años, conectando pistas, buscando la verdad, reflexionando… y finalmente es la capacidad de discernir del ser humano la que permite concluir si aquel sospechoso es o no el culpable. Y si llegado el caso el ADN no es capaz de agregar resultados a una investigación, el trabajo debe continuar como se hací­a hace tan solo unos treinta años atrás. Si entonces en Inglaterra no hubiera existido una Justicia dispuesta a encontrar al asesino de Lynda y Dawn, Jeffreys jamás hubiera trabajado en ese caso y tal vez aún, el homicida estarí­a en libertad. Si en los crí­menes de Marí­a Marta Belsunce o Nora Dalmasso las muestras hubieran sido correctamente recogidas, a lo mejor los resultados de las pruebas de ADN hubieran aportado datos relevantes. Definitivamente, en cualquier época y lugar del mundo, resulta imprescindible contar con un sistema judicial capaz de profundizar las investigaciones con el claro objetivo de resolver el caso.Los Bancos de ADN.
En los últimos años los grandes avances tecnológicos ofrecen hoy herramientas precisas y eficientes para la detección de delincuentes a partir de la creación de los Bancos de ADN. ¿Qué son y cómo funcionan estos Bancos? El secreto reside en que cualquier persona suele dejar algún rastro en el sitio por el cual ha pasado, entre ellos por el cual ha cometido un delito Así­ a partir de colillas de cigarrillos, pelos, saliva, semen pueden obtenerse uno o más “perfiles genéticos” capaces de identificar a el o los responsables. Estos perfiles genéticos se introducen en una base de datos. Por otro lado, en los Estados o Paí­ses en que existen estos Bancos, cuando la Policí­a detiene a un sospechoso está autorizada para tomarle una muestra de sangre o saliva, obtener su perfil genético e introducirlo en la misma base de datos. Automáticamente se cotejan los resultados de las evidencias: colillas, pelos, saliva, semen, etc con los de el o los imputados. Cabe recordar que como la probabilidad de encontrar dos personas que compartan el mismo patrón genético es prácticamente nula, si ambos coinciden, el sospechoso puede pasar a la categorí­a de culpable en caso contrario a la de inocente.
Actualmente cada Estado define su propia legislación que, entre otras normativas, incluye el conjunto de personas a las cuales se les tomarán muestras biológicas para determinar el perfil genético e incorporarlo a su base de datos. Algunos Bancos solo incluyen a quienes han cometido delitos sexuales u homicidios, mientras que otros incorporan a los responsables de cualquier delito por menor que este sea. Si bien ya hay numerosos Bancos de ADN en el mundo, no se ha llegado a un consenso internacional en cuanto a la modalidad de su implementación. Así­ en Inglaterra existe el National DNA Databank que almacena la información genética de cualquier sospechoso que es arrestado y si al ser comparada con crí­menes no resueltos no arroja ningún resultado es eliminado de la base de datos. En Estados Unidos existe el Combined DNA Index System ( Codis) que guarda los datos genéticos de todos los delincuentes peligrosos arrestados, y a partir de éste se logró no sólo capturar a criminales, sino además liberar a más de 100 convictos encarcelados injustamente.
En nuestro paí­s se encuentran en discusión diferentes proyectos de ley para implementar bancos de ADN tanto a nivel Nacional como en diferentes provincias.
Los Bancos de ADN son especialmente eficientes para identificar violadores. ¿Por qué? Por un lado porque las cifras del número de violaciones que ocurren en una ciudad resultan apabullantes, diferentes fuentes informan que en la Argentina se denuncian aproximadamente 3.500 violaciones por año, estimándose que sólo uno de cada tres delitos sexuales es formalmente denunciado.
Son muchas las discusiones que se generan a partir de esta clase de delitos: ¿cuál es el mejor castigo o condena? ¿Los violadores son individuos enfermos o recuperables para la sociedad? ¿Existe una predisposición genética a este comportamiento? ¿Cómo proteger a la comunidad? Las respuestas a cada una de estas preguntas son aún tema de debate en la comunidad internacional. Sin embargo, de acuerdo a diferentes estudios cientí­ficos, lo que sí­ puede afirmarse es que los niveles de reincidencia nunca bajan del 50 %. Esto permite explicar, por un lado, la existencia de los llamados violadores seriales, hombres que cometen una y otra violación sucesivamente, con caracterí­sticas semejantes, y por el otro, la existencia de muchos sujetos que luego de cumplida la condena y obtenida su libertad, vuelven a cometer delitos sexuales.
Cuando un violador que ha cumplido una condena reincide, si su perfil de ADN ha quedado registrado en un Banco de ADN, estudiando el patrón genético del semen que ha dejado en la nueva ví­ctima es rápidamente identificado.
Los Bancos de ADN permiten:– Identificar a los responsables de delitos.– Conectar diferentes delitos cometidos por la misma persona, aunque en ningún caso se haya detenido a algún sospechoso;– Descartar sospechosos cuando no existe correlación entre los perfiles genéticos obtenidos en la escena del crimen y los del detenido;– Ayudar a correlacionar diferentes sucesos.Sin embargo, debemos recordar que es responsabilidad de los Estados garantizar la privacidad e intimidad de los individuos a los que se les realicen las tomas de muestras biológicas. El compromiso deberí­a establecer que con estas muestras solamente se determinasen los patrones genéticos para la identificación de quienes hubieran cometido delitos, sin la posibilidad de emplearlas para otros fines, como, por ejemplo, investigaciones médicas.
Los Bancos de ADN son un ejemplo de la creciente importancia que van adquiriendo la ciencia y la tecnologí­a en las nuevas legislaciones de seguridad. No es desatinado, por lo tanto, suponer que la identidad biológica pase a ser, junto con el número de documento, un signo adicional a la identidad formal, como la actual huella digital. Tal vez llegue el momento en que los mecanismos para determinar los patrones del ADN de una persona estén al alcance de cualquiera y que al ser un dato tan inequí­voco sea incorporado como un nuevo recurso universal. Sin duda, cada Estado deberá reglamentar el uso de estos datos. Los Bancos de ADN de diferentes Estados y naciones, de seguro, se encontrarán intercomunicados por redes internacionales y los alcances de dicha información dependerán de decisiones polí­ticas. Si bien el objetivo podrí­a ser garantizar la seguridad de la población de un Estado, de una nación o del mundo entero, será fundamental que se respeten las normas éticas básicas de convivencia.
Ahora bien, las pruebas de ADN no solamente son útiles para verificar la culpabilidad de un sospechoso, sino también para otorgar la libertad a personas que hubieran sido incorrectamente condenadas.
El primer caso en que las pruebas de ADN lograron la excarcelación de un convicto sentenciado a muerte en los Estados Unidos fue el de Kirk Bloodsworth, un pescador de la ciudad de Maryland.
En 1984, Bloodsworth habí­a sido condenado a la pena capital por la violación y el asesinato de una niña de nueve años de edad. Su detención ocurrió al poco tiempo de haberse encontrado el cuerpo de la criatura. El hombre rechazó las acusaciones y se declaró inocente, pero, a pesar de que sus abogados trabajaron denodadamente en su defensa, fue detenido y sentenciado. En la cárcel, Kirk entabló una fuerte amistad con otro preso, llamado Kimberley Shay Ruffner.
Finalmente, luego de innumerables apelaciones, los abogados de Kirk lograron que se realizara una prueba de ADN, a través de la cual se podrí­a confirmar o desestimar la culpabilidad de su defendido. Los resultados determinaron que la huella genética de Kirk era diferente de la del semen hallado en el cuerpo de la niña. En el año 1993, luego de nueve años de prisión, el pescador fue declarado inocente.
La historia cuenta que para Kirk fue muy difí­cil reincorporarse a la vida de la ciudad. Muchos seguí­an desconfiando de él y lo consideraban culpable a pesar de todo. Sin embargo, una jueza estaba convenciad de su inocencia, por lo que continuaba buscando al responsable de la muerte de la pequeña.
Ya habí­an pasado otros nueve años desde que Kirk Bloodsworth habí­a salido en libertad cuando nuevas pruebas de ADN demostraron quién era el violador. Como una trampa del destino, la huella genética de su compañero, Kimberley Shay Ruffner, coincidí­a con la del asesino de la pequeña.
Por ese motivo, en la década del 90, en la ciudad de Nueva York, un grupo de abogados, liderados por Peter Neufeld y Barry Sheck, creó la ONG Proyecto Inocencia. Esta iniciativa tiene como objetivo probar, mediante estudios de ADN, la inocencia de presos injustamente condenados. Los abogados solicitan la revisión de las causas e investigan qué estudios podrí­an realizarse sobre muestras remanentes que hubieran quedado archivadas.
Hasta mayo de 2007, el Proyecto Inocencia ha logrado la excarcelación de 203 individuos inocente acusados de algún delito. Catorce de ellos habí­an sido condenados a muerte. Las estadí­sticas indican que en los Estados Unidos se demuestra la inocencia de una de cada ocho personas condenadas a muerte. Esta ONG ha hecho público también que solamente en el 20% de las causas penales se dispone de material biológico para realizar pruebas de ADN. Además, cuando consiguen la revisión de las causas y se solicitan nuevos estudios, en el 75% de los casos las pruebas biológicas han sido destruidas. Los hombres que intentan demostrar su inocencia pasan un promedio de diez años en prisión antes de lograrlo.
Sin duda el desarrollo de la biologí­a molecular es imparable. Es responsabilidad de quienes trabajan en esta especialidad, y de toda la humanidad, lograr que el alcance de esta tecnologí­a no se utilice en procesos capaces de alterar los principales valores éticos de la humanidad.